4.6.13

Oxígeno



Termino mi jornada laboral.
Después de levantar a las niñas, desayunos, correr al colegio y tirarme toda la mañana entre papeles me apetece dedicar un momento para y por mi.
Es junio.
Este mes ya no hay tanta prisa.
Ellas salieron a la una, han comido y están con la yaya. Perfectamente atendidas.
Mi cuerpo me reclama atención. Se queja y resiente.

Desde que decidí dejar el gimnasio hace apenas un mes he notado mucho la falta de esas 3 o 4 horas, a lo largo de la semana, en las que me centraba en hacer ejercicio y no pensaba en nada más.
Esa ducha posterior con los músculos todavía en caliente.
No oía riñas infantiles, nada me sobresaltaba en ese momento.
Sólo me acompañaba el sonido del agua, las conversaciones lejanas de otras chicas del vestuario y la música.

Cojo el coche, esta vez no me dirijo a casa, sino a una zona natural.
Aparco. Me quito mis sandalias de cuña y las reemplazo por zapatillas.
Sorbo de agua y comienzo a andar.
Un paseo montaña arriba que culmina con el faro del Albir.
Una hora a paso ligero. Hago amagos de correr por ir tanteándome.
Contraste de tubo fluorescente Vs sol, mar y montaña.
No hay color.
Yo de mayor quiero ser una jubilada saludable que pueda disfrutar cada pequeño detalle que nos brinda la vida. Pequeñas maravillas que con las absurdas prisas del día a día no nos paramos a observar.



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