3.6.13

El mar.



Poco a poco va asomando tímidamente el sol.
¡Que ya era hora!
La que suscribe (vestida con su currado moreno de hospital) anhelaba esos ratos de vuelta y vuelta tumbada sobre la arena, sin más tarea que la de respirar de un modo acompasado y sin prisas.
Cuando todavía nuestra playa es nuestra y no de los millones de turistas que nos invaden (¡por suerte!) en los meses de verano.


Que lujo poder disfrutar en estas fechas de playas extensas sin apenas gente a tu alrededor.
Coger el coche y aparcarlo en primera línea y del tirón.
Me encantan estos días.
Por las tardes el sol no aprieta y lo acompaña una ligera brisa.
Las niñas se lo pasan bomba en la orilla.
Una haciendo un fuerte de arena.
La otra recopilando pequeñas conchas.
La niña mayor (o madre...) enfrascada en su lectura.
Como si la playa fuera nuestra.
Como si de repente todas las preocupaciones de la vida diaria dejaran de tener importancia.
Esos iones negativos que nos invaden los poros y nos barren la tontería de un plumazo, aunque sea por unas horas.

Benditos sean...


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