5.6.13

Reinventándome.



Porque algo tan simple como coger una madeja de lana y un par de agujas ahora se me torna apasionante.
Tengo un muy vago recuerdo de que de niña mi madre intentó enseñarme, como también a coser (cosa que aborrecía profundamente).
Quizá hice un trocito menor que este, ella ni lo recuerda.

Por voluntad propia y cierta envidia por las que si controlan este arte de andar por casa, tan ancestral y cálido, me pongo a ello.

Sin grandes aspiraciones. Empiezo con la idea de hacer una bufanda o cuello de lana. Si hay errores en las puntadas ahí quedarán. No pienso deshacerlo. Será mi primera experiencia knitter. Un tesoro multicolor y calentito.

Muy agradable la sensación de remover a niñas, yaya y cuñada con la idea. Y hacer corrillo vespertino entre agujas. No hay aplicación de móvil que supere ese momento tan familiar y cercano.

Mi madre se crece viéndonos atentas a la explicación práctica y primeras puntadas.

Sin mencionar el orgullo que siento cuando puedo marcar lo siguiente, 

* Aprender a tejer 

 (Done!!)


♥..♥

4.6.13

Oxígeno



Termino mi jornada laboral.
Después de levantar a las niñas, desayunos, correr al colegio y tirarme toda la mañana entre papeles me apetece dedicar un momento para y por mi.
Es junio.
Este mes ya no hay tanta prisa.
Ellas salieron a la una, han comido y están con la yaya. Perfectamente atendidas.
Mi cuerpo me reclama atención. Se queja y resiente.

Desde que decidí dejar el gimnasio hace apenas un mes he notado mucho la falta de esas 3 o 4 horas, a lo largo de la semana, en las que me centraba en hacer ejercicio y no pensaba en nada más.
Esa ducha posterior con los músculos todavía en caliente.
No oía riñas infantiles, nada me sobresaltaba en ese momento.
Sólo me acompañaba el sonido del agua, las conversaciones lejanas de otras chicas del vestuario y la música.

Cojo el coche, esta vez no me dirijo a casa, sino a una zona natural.
Aparco. Me quito mis sandalias de cuña y las reemplazo por zapatillas.
Sorbo de agua y comienzo a andar.
Un paseo montaña arriba que culmina con el faro del Albir.
Una hora a paso ligero. Hago amagos de correr por ir tanteándome.
Contraste de tubo fluorescente Vs sol, mar y montaña.
No hay color.
Yo de mayor quiero ser una jubilada saludable que pueda disfrutar cada pequeño detalle que nos brinda la vida. Pequeñas maravillas que con las absurdas prisas del día a día no nos paramos a observar.



3.6.13

El mar.



Poco a poco va asomando tímidamente el sol.
¡Que ya era hora!
La que suscribe (vestida con su currado moreno de hospital) anhelaba esos ratos de vuelta y vuelta tumbada sobre la arena, sin más tarea que la de respirar de un modo acompasado y sin prisas.
Cuando todavía nuestra playa es nuestra y no de los millones de turistas que nos invaden (¡por suerte!) en los meses de verano.


Que lujo poder disfrutar en estas fechas de playas extensas sin apenas gente a tu alrededor.
Coger el coche y aparcarlo en primera línea y del tirón.
Me encantan estos días.
Por las tardes el sol no aprieta y lo acompaña una ligera brisa.
Las niñas se lo pasan bomba en la orilla.
Una haciendo un fuerte de arena.
La otra recopilando pequeñas conchas.
La niña mayor (o madre...) enfrascada en su lectura.
Como si la playa fuera nuestra.
Como si de repente todas las preocupaciones de la vida diaria dejaran de tener importancia.
Esos iones negativos que nos invaden los poros y nos barren la tontería de un plumazo, aunque sea por unas horas.

Benditos sean...