14.1.13

Los mayas tenían razón.

Duele.
Cuesta asimilar que ya está, que se acabó.. que no quedan más cartuchos.
Me he dado de bruces tantas veces con la realidad que ya tocaba actuar con un mínimo de madurez y mover ficha.

Es curioso que después de tantos amagos, de tanto intento fallido,
llegue un momento en el lugar más inesperado
(léase párking de centro comercial un sábado por la tarde)
en el que algo en tu cerebro haga click.
Que actúe como un resorte.
Y que tu cuerpo le siga...

Una está tan acostumbrada a vivir con caídas emocionales que aún asumiéndolas con no poco esfuerzo y sufrimiento acaba por aceptarlas como lo normal.

Hasta el punto de llegar a mirar como si fuera un extraterrestre al que pretende ofrecerte a manos llenas: felicidad, paz... buen rollito permanente...

Pero gracias a ese click y a la perseverancia del extraterrestre te animas a dar el paso.
Y abres una puerta, hasta ahora cerrada a cal y canto.
Por ver qué pasa, retándote a ti misma.
Queriendo creer.

Un abrazo...
Cuánto poder puede llegar a tener.
Cuánto transmite en un sólo gesto.
Calor humano, amor, entrega.
Toda una declaración de intenciones.

Déjate llevar.
Cuando un abrazo te hace sentir en casa no hay mucho más que decir.
Si consigue que la olla a presión que tienes por cabeza pase a ser una balsa...
Si a ese abrazo se le van añadiendo un continuo de buenos momentos.
Si te llevas una grata sorpresa que ni te imaginabas de lejos...
Qué más quieres?
Eso, justo eso, es lo que necesitas.
Déjate llevar.
Cree.
Asimila que te pueden pasar cosas buenas.

Que un 21 de diciembre del 2012 acabó aquel ciclo de trompicones.
Que el 22 empezó otro.
Déjale mostrarte de qué es capaz.
Viene arrasando con todo.
Al merme...