26.4.10

Todas mis vidas.


El cuerpo me lo pedía. Necesitaba ser madre.

Todo cuanto veía a mi alrededor se reducía a barrigas, carritos y personitas en pañales. Parecía que me perseguían.

Nos pusimos a ello. Me hice el test el día del padre. Bingo!! A la primera. Menos mal que siempre he sido una caguica en eso de quedarme cuando no lo buscaba y he puesto medios en todo momento. Porque si llego a ser de las que usan los métodos "de la abuela"... ya la habría liado hace tiempo.

Me emocioné, mi primera vez, casi lo grité a los cuatro vientos. Sentí los cambios en mi cuerpo. La tensión en mi pecho y vientre, la sensación de "trabajo interno"...


No llegó a la 8ª semana y se perdió... Creí morirme.


Es difícil explicar como llega una a sentirse cuando le ocurre algo semejante. Es horrible. Sólo lo sabe, con todas las de la ley, la mujer que ha pasado por ello. Sin desmerecer en absoluto al padre; pero ellos lo viven de un modo bien distinto.

Me dijeron que esperara tres meses para volverlo a intentar, por aquello de que el cuerpo se recuperara del trago, legrado incluido. Eso hice. Volvimos a la carga. Me quedé esta vez a la segunda. Menos mal que por lo menos no se hacía de rogar.

Mucho miedo, con pies de plomo. Contándoselo a los más cercanos con la boca pequeña... Leí demasiado, en revistas, en Internet. Tenía la cabeza llena de información. Y una cosita dentro de mí que no sabía si sabría ser fuerte. No lo fue. Otro legrado... Qué mal trago esas horas previas a pasar por el quirófano cuando te medican para provocarte contracciones y ver si sale por sí mismo. Y tienes que andar mirando cada vez que usas la cuña dichosa. A ver si entre todo eso que formaba parte del nido y que va viendo la luz, está el bebé que tanto anhelabas. No, desde luego que no... no es nada agradable.

Tocaba hacerse pruebas para ver dónde estaba el fallo... una de ellas me resultó traumática, la HSG. No la recuerdo precisamente con cariño. Fallo mio, de nuevo, buscar de qué iba eso por Internet. Ya entré con los músculos en tensión, y salí llorando desolada. Quizás no fue la prueba en sí, quizás era que estaba hundida por todo aquello y ya tocaba soltarlo.

El ginecólogo de turno nos dijo que estábamos bien y que nos quería ver en cuatro meses en uno de sus controles rutinarios de embarazo... qué cachondo el tío...

Tercer intento. Diana!! al final además de ginecólogo, el hombre tenía dotes de adivino. Esta vez me callo cual mujer de moral distraida...

Hacía grandes esfuerzos por no pensar en ello, ni contar los minutos que quedaban para pasar de largo el primer trimestre de riesgo. Y poco a poco fui notando los síntomas típicos, no me libré de ninguno. Con las náuseas llegaba a resultarme molesto hasta el olor del chicle del que estuviera al lado. Intenté ocultarlo todo el tiempo que pude, y a algunos de mis compañeros de trabajo no se lo comuniqué hasta el 5º mes...

Parecía que por fin iba todo bien. Llegó el parto, a mi cabeza le costaba entender que realmente había llegado a este punto, que todo iba a salir como debía. Daría a luz, tendría una niña preciosa... no me lo creía. En un momento del parto me gritaron que dejara de empujar, la niña tenía vuelta de cordón... (ya está bien, no????) lo solucionaron enseguida. Todo perfecto.

Me tiré meses y meses adorándola mientras dormía, con ese miedo a perderla. A que me despertara del sueño y volviera de nuevo al punto de partida. Poco a poco lo fui superando.

Todavía me quedaba sufrir con mi segunda hija otra amenaza de aborto. Creí haberla perdido. Me fui resignada una madrugada, con mi mochila preparada para quedarme ingresada como de costumbre... Me enseñaron como su corazón seguía latiendo y la incredulidad me hizo llorar a lágrima viva. No podía entenderlo. Tuve que estar de reposo absoluto durante un par de semanas. Valió la pena.

Ahora tengo dos niñas guapas y guerreras en casa.

La esperanza es lo último que debe perderse.

23.4.10

Yo siempre estoy.


Quisiera yo entender cómo he llegado hasta aquí.

Jamás pensé que algo así ocurriría.

Algo que me reconforta.

Y mucho.

El saber que no lo se todo.

Que no todo es predecible.

Si estoy aquí, ahora...

¿Dónde estaré mañana?

Si no imaginé este presente...

¿Qué más encontraré en mi camino?

De momento no puedo hacer otra cosa que agradecerte

TODO cuanto me das.

Sin ti no sería posible.

Sin ti no se cómo hubiera sido.

Miento.

Si lo se...

Mucho peor.


GRACIAS.

5.4.10

Adiós no... hasta luego.

No me digas adiós. Es una palabra fea. Suena a lejanía.

Dime adiós y me quedaré intranquila... dime hasta luego y albergaré la esperanza de volverte a encontrar algún día.

Será una motivación para mí.

Cada palabra que sale de ti me ilumina, me impulsa... me llena de energía. Es la fuerza que necesito en estos momentos. No me prives de ella. Me hace falta.

Del embarcadero al acantilado hay toda una vida. Miles de pasos dados en diferentes direcciones, para llegar a un mismo punto. Con fuerzas renovadas.

Eso tiene un valor grandioso e intangible.

No le des al off, déjalo en stand by... gasta menos, pero sigue ahí... preparado para ponerse en marcha a pleno rendimiento, tan pronto los ánimos lo permitan.

1.4.10

.Mis joyas.



Que digo yo... que si me cuentas esto hace escasos meses, probablemente me hubiera reído de semejante tontería salida de tu boca.


Y aquí estoy ahora, en el punto en el que me hubiera tenido que cortar esa risa tonta, y morderme la lengua, porque resultó ser cierto.


Cierto y alucinante...
inesperado...
revitalizante...
embriagador.


¿Qué más da lo que ocurra a partir de ahora? Importa, si... pero lo pasado ya no va a cambiar, y con eso me quedo. Con el buen sabor de boca, con saber que la vida es la hostia a veces. Y al igual que en ocasiones te amarga, también sabe darte muy buenos momentos.


Y son esos momentos los que verdaderamente cuentan. Los que permanecerán en el recuerdo. Por mucho tiempo que pase. Por que son como joyas.
Mis joyas.
Las que no se ven, pero las sientes. Te iluminan por dentro.
Te enriquecen de un modo que el dinero no consigue.


Quiero seguir andando, se que me encontraré más momentos difíciles en mi vida. Pero también habrán más gratas sorpresas. Deben haberlas, y por ello tengo que seguir caminando, mirando al frente, para que no se me escapen.


¿Y ahora qué?...
Dios dirá...
(de creyente poco tengo... con perdón).